Eres encantadora,
dulce como un beso
harto enamorado;
bonita y sensible
como la amapola,
que si la separas de su arraigo,
muere,
pero fuerte y amorosa
como la razón obstinada
en conservar su vida y su amor.
Eres, la mar cristalina y clara,
llana de olas;
el brillo del sol y la luna,
juntos, entrelazados
en un abrazo de amor.
Eres el cielo y la tierra en plenitud,
el olor fresco de la primavera,
de la tierra fértil recién llovida;
eres el aroma,
de la hierba mojada recién cortada,
sobre nuestros cuerpos desnudos.
Eres mi amor, mi vida... mi todo.
Eres, a quien yo he amado siempre,
sin verte, pero consciente
de tu existencia.
Y es que, siempre,
en el amor,
he sabido lo que no quería;
y ahora, conociéndote,
he aprendido
a saber lo que en verdad quiero,
porque, desde siempre,
te he podido sentir a mi lado
como una suave brisa
en un atardecer de otoño.
Y jamás he pretendido ni querido,
olvidarme de ti.
(¡...y fíjate
cómo de espléndida
apareces en mi vida!)
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