Con la espumita blanca
que deja la mansa ola
junto a tus pies,
te voy a hacer un abanico
que te traiga brisas de sal.
Con retales de luz,
de la luna al rielar
sobre el negro azul
de la mar,
un velo de plata tejeré
y posaré sobre tus hombros
en las noches estrelladas.
A tu cintura ataré,
pequeñas perlas de agua
engarzadas entre algas,
por pequeñas manos
de sirenas encantadas.
Y en tu frente,
el brillo de una estrella de nácar.
Una casita de palma
voy a construir,
para ti y para mí,
allá, junto al arrullo
de las olas,
sobre la suave arena,
para olvidar la tristeza,
para olvidar las penas,
para sentir
la alegría de nuestro amor.
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